miércoles, 13 de enero de 2010

"Montaña rusa"


Estaba con Alejandro y Patricio viendo esa serie para adolescentes y sonó el teléfono. Era Hernán diciéndome: “Germán, no voy a ir a clases porque mi hermana está en el hospital. Se disparó en la cabeza con la pistola de mi papá. Te quería pedir que dijeras en el colegio que no voy a ir. Pero no digás que es por eso, decí que estoy enfermo. ¿Ah? ¿Puede ser?”. “Sí, claro” le dije yo. “Por favor, no digás nada ¿no?”. “Quedate tranquilo, no voy a decir nada”.

Volví al cuarto con los chicos. Me deprimía mucho ver ese programa, que empezara a hacerse de noche, que los chicos hablaran del boliche y de las cosas que hacían sin mí. No les dije nada, tampoco a mis papás. Me dormí pensando en eso pero no sé qué.

Cuando llegué al colegio todos sabían. Lo mismo yo no dije nada. Me acuerdo que el Tano estaba como entusiasmado o algo así. Gabriela, que no tenía mamá y parecía una chica más grande, les contaba a todos y les explicaba.

La rectora entró al curso con los ojos llorosos y empezamos a hablar sobre qué íbamos a hacer. Supongo que por mi timidez dije que lo mejor era no ir todos juntos, porque así más que ayudar, molestábamos. El curso entero estaba en contra, así que tomamos todos un 102 hasta el hospital Padilla.

El parcial de Biología era ese día y obviamente se había suspendido. En el colectivo Mariana me mostró unas pastillas que iba a tomar con el estómago vacío para descomponerse y no rendir. Biología con la Bustos fue la materia más difícil de toda la secundaria.

Al llegar hicimos tiempo en la plaza. Verónica también tenía la madre muerta y también parecía alguien mayor. Era como que ella y Gabriela sabían algo que nosotros no sabíamos. Bastaba con mirarlas hablando o en silencio ahí en la plaza. Durante esa semana todos los demás desplegamos un repertorio de gestos y comentarios para sentirnos un poco héroes o maduros.

Cuando apareció Hernán le dimos un abrazo y fuimos hasta uno de los pasillos del hospital. De casualidad me senté al lado suyo. Con lo que le quedaba de dulzura me preguntó: “¿Vos les dijiste?”. “No, llegué y todos sabían”, le respondí yo.

1 comentario:

DINOBAT dijo...

La vida y sus tretas...