lunes, 22 de marzo de 2010

Ruidos

Es de noche como todos los días, es un poco tarde y ya estoy en la cama. Y en un primer nivel de cercanía, afuera en el patio se escucha a unos gatos cogiendo. Los sonidos vienen desde la derecha, teniendo a mi cama, dándoles la espalda, como referencia. O sea, mi derecha. Antes, cuando escuchaba a los gatos y no me dejaban dormir, abría la ventana y se iban, ni siquiera puteaba; me veían - porque siempre hacen eso primero, siempre miran - y se iban. Cuando me enteré que a esa clase de maullido horrible lo hacían cuando cogían, dejé de molestarlos. Molestarlos sería un acto de envidia casi. Tampoco es que me paso la noche en vela hundiendo la cabeza en la almohada, girando sin poder dormir; simplemente subo un poco el volumen de la música que estoy escuchando. No es tan importarte no poder dormirse temprano los días de semana para estar bien a la mañana y menos si lo que tenés que hacer es interrumpir a dos haciendo el amor, porque justamente el levantarse temprano tiene que ver poco con el amor; la mayoría de las actividades que deben hacerse temprano tienen que ver poco con eso. Las actividades en sí. En todo caso decidirse entre hacer callar a los gatos o no, es una cuestión de principios. Un principio pragmático, relacionado con dormirse temprano para levantarse para hacer distintas obligaciones o un principio romántico, relacionado con dos haciendo el amor. Pero cuando están solo maullando, el maullido tradicional digo, no lo pienso mucho y los echo. Esa es otra cuestión.

En un segundo nivel de cercanía y más hacia la derecha también, se escuchan perros. Mis vecinos en general no tienen perros (o creo que no tienen) así que deben ser de otro barrio. De hecho es así, pero me cuesta imaginar exactamente de donde. Pasa lo mismo con unos bailes que supuestamente hacen algunos fines de semana, porque escucho la cumbia y el cuarteto a muy fuerte volumen pero no puedo imaginar exactamente de donde viene la música. Cuando era más chico creía que era en la Castro Barros; que las viejas sacaban las sillas a las veredas, cruzaban serpentinas en los postes de luz y se armaba el bailongo en la calle. Tenía amigos en esa cuadra pero por alguna razón nunca les preguntaba y nunca fui a ver si la fiesta era realmente ahí. Era como que me sentía poco para ellos, la suya sí era una calle barrial, con esos supuestos bailes, el galpón gigante del herrero, esas verjas en esas casas. Mi calle era distinta y yo no podía ser parte del carnaval. Lo mismo pasa con estos perros, no sé de donde vienen sus ladridos. Es como si hubiese un lugar paralelo durante las noches por esta zona, donde se arman bailes en las calles y los perros se la pasan ladrando todo el tiempo. Es una jauría increíble, debe extenderse por muchos lugares. Sería una mancha enorme en un mapa de Tucumán. Es como si estos hijos de puta estuvieran intercomunicados, planeando algo. Forman cadenas de discusión y ladran insistentemente. Es como el ruido del mar, como vivir cerca del mar. Un mar de perros. Como el ruido constante de la marea.

Los grillos están en todas partes y todo el tiempo. Encima, estuvimos haciendo reparaciones en las paredes por problemas de humedad y la casa está llena de ellos. Cuando era chico tenía un libro de cuentos sobre marcianos que decía que uno podía descubrirlos porque eran capaces de dormir plácidamente con grillos en su habitación. En cuanto a mí, creo que es el único insecto con el que tengo una buena relación. Cuando están en la pileta de la cocina y no pueden salir por que se les mojan las patas yo los ayudo. Será por que ellos y yo somos músicos sin ninguna clase de estudios.

Los autos también suenan pero ya es un poco tarde para escuchar al cinco y el camión de la basura pasó hace rato. Mi vecinito Nicolás llorando por alguna pesadilla y el padre que no me acuerdo ahora cómo se llama que llega al cuarto y prende la luz. Gente subiendo las escaleras en otras casas o ladrones caminando en mi techo. Murciélagos de juerga, el viento que hace chocar las ventanas. Otros ruidos provocados por nada, ruidos sin fuente, sin algo que los genere. Ruidos sin nombre.

Es increíble el ruido. Y pensar. El insomnio, pensar y escuchar los ruidos, darle vueltas a las cosas que están dadas vueltas ya. Cuando no puedo dormir me gusta escuchar los ruidos y pensar en vos ahora en tu cama. Pensar que estás con la cabeza hundida en tu almohada preferida, que estuviste viendo la tele hasta hace un rato, te vino el sueño, bostezaste, dijiste hasta mañana al que quedaba despierto de tu familia y ahora estás en la cama como yo. Y estás pensando como yo. Sería increíble que estuvieras pensando en mí. Pero en realidad no importa, es increíble de todos modos, también si estás durmiendo. Que una media esté empezando a salirse. Yo tengo ese problema y los pies muy fríos en invierno.

Es increíble pensar, y el ruido. Pensar en los ruidos. El ruido de tus ojos negros, el ruido de tu pelo y de tu piel. El ruido de tu respiración y del roce de tus piernas con la sábana. Es increíble tu pijama de invierno. Pensar en tu pieza, pero ni siquiera imaginarme cómo es, su decoración o sus muebles, simplemente pensar en vos en tu pieza. Pensar en tu letra, en todas las formas que debés tener de escribir tu nombre y las que podrías buscar para poner el mío. Vos sobre todos los ruidos nocturnos, en un primer nivel de cercanía. Más cerca incluso, que la oscuridad que ahora me rodea.

lunes, 15 de marzo de 2010

Cosas que le hacía Lucía a los bichos cuando era chica:

A las luciérnagas les separaba el cuerpo del abdomen luminoso.
A las hormigas negras las quemaba con la lupa. Según Lucía, gritaban. Las rojas también.
A las babosas les echaba sal. A los caracoles blancos y grandes los hervía para quedarse con la concha.
A un sapo le hincharon la lengua pinchándosela y luego lo lapidaron a ladrillazos.

Todas estas cosas las hacía con el primo. Por curiosidad.
Tenía un teléfono de juguete que armaba y desarmaba.
Esa es su argumentación.
No le gustaban los juegos típicos de la infancia. Mucho menos los de cumpleaños, como el juego de la silla.
Hoy le gustan mucho las hormigas y extraña a las luciérnagas. Y le tiene miedo a las cucarachas. Según su mamá, de chiquita las pisaba.
Todas estas cosas, como ya creo haber dicho, las hacía con su primo.