viernes, 7 de mayo de 2010

Revisionismo


¿Quién lo diría, no?, pero si hago un recorrido por nuestra historia veo que está llena de cosas soñadas. De cosas que yo soñaba cuando era más joven. Cuando era un joven lector, mejor. Mucha pasión, por ejemplo. Cuestiones que mejor ni contemos, porque tampoco somos tan ingenuos y porque además hay cositas que lo ponen colorado a uno. Pero como la pasión no es solo lubricación y manos que tapan bocas para que los vecinos no se levanten, también hay que decir que hubo cigarrillos que se apagaron en el brazo del otro, manoseos desagradables en medio de la fila del banco, y todo lo relacionado a la pasión que pertenece más a la columna del odio, que del amor.

También hubo de lo otro: tedio. Maridos que ignoran a sus mujeres por el fútbol y mujeres que ignoran a sus maridos porque sus amigos gays atraviesan un desengaño amoroso de fin de semana.

Planes, además: me la pasaba horas fantaseando con todo lo que compraría para los dos si ganaba la lotería o si teníamos éxito en algo.

Y hubo gloriosos días de heroicas borracheras, con cosquillas y chistes; y también con golpes e insultos, bilis y locura.

Hubo enfermedad también.

Y el amor que mantiene a la gente, a los animales, a los autos y a las plantas vivas en medio de todo.

Y si parte de lo que vivimos yo ya lo había leído en libros, tendría que decir entonces que la historia tuvo un cierre de película. O que al menos lo tuvo para mí, porque volví a mi casa manejando derrotado, metiendo los cambios sin fuerzas y con el cuerpo volcado hacia adelante; mientras me caían las lágrimas y la vista se me nublaba.

Llevaba anteojos negros, para que ningún tonto pudiera verme.